¿Cómo saber cuáles son las necesidades de nuestro cerebro?
¿Necesita nuestro cerebro los mismos nutrientes que el de nuestro vecino o el de un habitante de otras regiones del planeta?
¿Son todos los cerebros de este mundo iguales, son todos los seres humanos iguales?
Por supuesto que no, unas personas se diferencian de otras, además las personas cambian y atraviesan diversas etapas en la vida.
Mens sana in corpore sano, o “una mente sana en un cuerpo sano”, es la directriz que debemos seguir en el camino hacia la salud integral, porque es imposible tratar y curar nuestro cuerpo por separado.
Hipócrates clasificó a las personas según su temperamento y distinguió cuatro grupos:
El sanguíneo vive bajo la influencia del aire, es alegre y despreocupado, y se mece sobre las olas de un mar de sentimientos positivos. Le gusta rodearse de otras personas, hace amigos con facilidad, su actitud vital se halla transida de optimismo. Las investigaciones señalan que en estas personas se expresa el gen D4DR, que actúa sobre la síntesis de un mensajero químico llamado dopamina, la cual es a su vez la causa del buen humor.
Los melancólicos, según Hipócrates, son aquellos que se hallan bajo la influencia del elemento tierra, y su estado de ánimo suele ser triste. Con tendencia a la depresión. Son sensibles y psíquicamente vulnerables, sus vivencias son intensas y su actitud vital pesimista. Estudios han revelado que en ellos se expresa débilmente el gen de la proteína que forma el receptor de la serotonina, razón por la cual el transmisor de la felicidad no puede actuar enteramente sobre su estado de ánimo.
Los coléricos se hallan bajo la influencia del elemento fuego y tienen un carácter efervescente, pues se “inflaman” con facilidad. De ahí, que su estado de ánimo esté marcado por la ira, que puede transformarse repentinamente en agresividad. Personas dominantes y dinámicas. El neurotransmisor responsable de la emoción de la ira es la noradrenalina.
Los flemáticos se hallan bajo la influencia del elemento agua. Son tranquilos y reservados. Su rasgo de carácter dominante es la desgana, no reaccionan a los estímulos y casi nunca se inquietan o excitan. Son personas concienzudas y fiables. Su cerebro está dominado por la actividad del neurotransmisor inhibitorio GABA.
Todos sabemos que los sentimientos o emociones son el espejo del alma.
Entonces…¿Por qué no mirar en ese espejo y utilizar lo que vemos en el para mejorar nuestra salud psíquica y perfeccionar nuestro estado mental, lo cual se traducirá, con toda certeza, en el estado y aspecto de nuestro cuerpo?
Las emociones proceden de nuestro cerebro, por eso las sentimos desde adentro, en nosotros mismos, aunque a menudo también se reflejen en nuestro rostro. Son reacciones químicas en nuestro cerebro que causan reacciones físicas en ocasiones visibles. A menudo aumenta la frecuencia del latido cardiaco, sube la tensión arterial, palidecemos o nos sonrojamos…
Las emociones han surgido a lo largo de la evolución humana como un respuesta adaptativa a los peligros. El sentimiento de miedo ha ayudado a los seres humanos a reconocer a los enemigos y a prepararse para la defensa. Y el sentimiento del amor se ha convertido en el sentido de la vida y en la meta de la existencia humana.
Sabemos que la memoria asocia emociones con estímulos que no desencadenan primariamente una sola emoción. Una comida o actividad durante la que nos hemos enamorado producirá más adelante en nosotros un éxtasis semejante al que experimentamos entonces. Se trata de un proceso de aprendizaje en cuyo transcurso se establece un lazo psicológico entre estímulos externos y emociones.
Los ciclos emocionales proceden de la psique humana y dependen solo ocasionalmente de estímulos externos. Están ligados a ritmos de sueño y vigilia relativamente autónomos respecto de circunstancias externas como la luz solar, la luz artificial o ciertos ruidos…
Los ciclos emocionales diarios se hallan en estrecha relación de dependencia con nuestros ciclos alimentarios, y dependen claramente del tipo de alimentación que tenemos.
Proporcionar al cuerpo una cantidad adecuada de todos los elementos nutricionales es condición necesaria de la salud y el aspecto juvenil. Las vitaminas y los minerales son necesarios, porque con su ayuda se elaboran y aprovechan las proteínas, los hidratos de carbono y las grasas en procesos químicos correctos y eficaces, con pocos residuos perjudiciales para el funcionamiento del organismo. También necesitamos agua en cantidades adecuadas para que pueda cumplir su función protectora: limpiar y descontaminar el cuerpo, fundamentalmente, de las sustancias tóxicas que él mismo produce.
Conociendo los cambios cíclicos que experimenta nuestra cuerpo bajo la influencia de las hormonas y los neurotransmisores, así como de factores externos, y adaptando nuestra alimentación a esos cambios naturales, podemos ayudar a nuestro organismo a que funcione sin dificultades, a que produzca pocas sustancias nocivas y a que elimine rápidamente las que haya producido.
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