La senescencia se asocia a un deterioro: el paso de los años hacen que el organismo o la estructura no logren conservar sus capacidades intactas.
De esta manera, pierde funcionalidad, eficiencia, fuerza, entre otros factores posibles, mientras simultáneamente se incrementa su vulnerabilidad.
La senescencia no puede detenerse ni revertirse, aunque sí es posible llevar a cabo ciertas acciones que ayuden a minimizar o demorar sus efectos.
Seguir un estilo de vida saludable es fundamental para ralentizar el proceso de envejecimiento tanto físico como a nivel celular.
Nacer, crecer, reproducirse y morir es el ciclo vital de todo ser vivo. Pero en cada organismo, el tiempo que transcurre desde que nace hasta que muere es distinto.
La división celular es el proceso que hace que una célula dé lugar a dos hijas idénticas. Esta es la base de la proliferación celular.
La senescencia consiste en la incapacidad de llevar a cabo este ciclo.
Durante la senescencia, las células sufren unos cambios en su morfología y en su patrón de expresión de genes, y muestran unas secreciones extracelulares (SASP). A este estado se llega como respuesta a daños en la integridad de la célula. Diversas agresiones celulares ponen en marcha este proceso.
La apoptosis (suicidio celular) y la senescencia celular son los dos programas de defensa esenciales del organismo ante daños irreparables que ponen en peligro la transmisión íntegra de la información genética y la actividad correcta de las células.
Si estos mecanismos fallan y permitimos que las células dañadas continúen proliferando, las células aberrantes crecerán desordenadamente hasta formar un tumor.
Son mecanismos de defensa antitumorales esenciales.
Para retrasar el reloj biológico es importante seguir un estilo de vida saludable con dieta equilibrada rica en antioxidantes, presentes en los frutos rojos, los vegetales de hoja verde, los cereales integrales, las frutas frescas, los frutos secos, las semillas o el té.
Debemos prescindir de aquellos alimentos que aceleran este proceso, como los procesados, los lácteos, la carne, las grasas saturadas y el azúcar.
La gestión del estrés y las emociones, practicar ejercicio físico moderado de manera habitual y tener una buena higiene del sueño y el descanso son hábitos fundamentales y saludables que ayudan a retrasar la senescencia.
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